Educación

Raúl López Romo

Responsable del área de Educación y Exposición de la Fundación Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo

Educación

A largo plazo, la educación es la mejor manera de conmemorar a las víctimas del terrorismo.

¿Qué hacer con un pasado sucio? Después de Auschwitz, Alemania se enfrentó a esa cuestión, que, salvando las distancias, también nos afecta tras ETA, y que los alemanes han terminado resolviendo bien.

Las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron de desarrollo económico y olvido. Pero desde finales de los setenta, ¿qué han hecho bien los alemanes en políticas de memoria en el ámbito educativo? Cuatro cosas fundamentalmente.

Primero) Introducir el nacionalsocialismo en los planes de estudio. En la legislación educativa española encontramos referencias al terrorismo bastante más generales que las de Alemania sobre el nazismo, pero al menos dan pie al tratamiento del fenómeno. No obstante, en el currículo educativo vasco esas referencias han desaparecido.

Segundo) Sistematizar el uso del testimonio de las víctimas en la educación. En Alemania leen a Ana Frank. En Italia, a Primo Levi… Se está acabando el tiempo del testimonio presencial. Aquí también se acabará, aunque quedan muchos años y hay que aprovecharlos. Según una investigación de María Jiménez, el rechazo absoluto a ETA crece notablemente entre los alumnos tras escuchar el testimonio de sus víctimas.

Tercero) Visitar los campos de concentración. Dachau, Buchenwald, Mauthausen… Tienen infraestructuras y materiales para recibir a grupos escolares. Estas visitas, los mismo que los testimonios, marcan más que lo que puedan aprender en el aula. En España tenemos el Memorial de las Víctimas del Terrorismo, uno de nuestros pocos ejemplos de museo hecho desde la “public history”.

Cuarto) Establecer un cordón sanitario para evitar pactos con aquellos que abrazan ideologías excluyentes, que banalizan el mal. En Alemania lo tiene claro. Aquí, no. La consecuencia es que desde el ámbito político se lanzan mensajes antipedagógicos: padecemos un déficit crónico en la deslegitimación de totalitarismos de un signo o de otro.

El terrorismo es un fenómeno que se presta a un tratamiento transversal, en diferentes asignaturas. Pero primero hay que hacer que conste en los currículos educativos con nombre propio, hay que fomentar los testimonios y las visitas de campo, y hay que exigir su condena. El objetivo no es solo conocer mejor nuestro pasado sucio; es construir valores democráticos, fomentar el pensamiento crítico y el respeto al pluralismo.

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