Secuestro

Izaskun Sáez de la Fuente

Politóloga y socióloga. Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto

Secuestro

Toda persona secuestrada, al margen de su comportamiento antes, durante y después de su cautiverio, es una víctima porque con la severa limitación de su libertad y las durísimas condiciones en las que esta se produce (habitar en un espacio físico reducido, precariedad de sus condiciones de alimentación y de higiene, aislamiento social, sufrimiento generado en su familia, temor por su propia vida) ve violada su dignidad inalienable y los derechos que le corresponden. De acuerdo a esta definición, con independencia de si se paga o no rescate para obtener su libertad, el secuestrado sigue siendo eso, una víctima. Por otro lado, durante su cautiverio puede querer mantener su independencia respecto de su captor, pero con frecuencia su capacidad de acción queda severamente limitada cuando no completamente anulada. Entonces toda iniciativa, con la responsabilidad y riesgo que ello implica, queda en manos de la familia de la víctima. La mayoría de los secuestros que ETA cometió durante su dilatada existencia (86 en total) tuvieron una motivación económica. Empresarios, directivos y profesionales liberales fueron secuestrados para obtener dinero con el cual financiar nuevas actividades terroristas. Ahí radica su especial perversión, tratar de forzar la voluntad de las familias para convertirlas en financiadoras forzosas de la victimización futura de otras personas, convirtiéndose el hecho de que existieran secuestrados que ya habían sido asesinados por ETA, en muestra de quela organización terrorista cumplía con sus amenazas.

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